La iniciativa literaria y pedagógica a la que se ha sumado el Instituto Río Arba de Tauste, ‘Mi tiza por Cervantes’, que aspira a introducir, a través de internet, a niños y jóvenes en la obra del genial escritor.
Después de enterrar millones en aeropuertos sin aviones y en autopistas sin coches; de construir apabullantes ciudades de la cultura que se caen a pedazos y maravillosas ciudades del cine que no verán jamás un rodaje; de rascarnos una y otra vez el bolsillo persiguiendo candidaturas olímpicas; después de las grandes expos que dejaron, al apagarse las luces, su secuela de torres vacías, puentes cerrados y edificios fantasmales, en fin, después de derrochar a manos llenas durante años, como si fuéramos un país de rockefellers, no sería extraño que los españoles estuviéramos vacunados contra los grandes fastos, que suelen conllevar grandes gastos.
Y sería muy sano que, efectivamente, hubiésemos desarrollado un prudente escepticismo frente a celebraciones y centenarios, que tantas veces han tenido más pompa que sustancia. Y que hasta nuestros dirigentes hubiesen interiorizado esa prevención. Estaría bien. Pero, por favor, que no lo pague Cervantes. Este cuarto centenario de la muerte de quien fue el más glorioso escritor de nuestra lengua y uno de los mayores genios literarios de la historia, tenemos que celebrarlo con dignidad. Sin extravagancias ni delirios de grandeza, sin despilfarros ni excesos, sin petulancias ni patrioterismos; pero con alegría y con orgullo.
La programación oficial tal vez llega con algo de retraso y marcada por la austeridad de los tiempos. Lo que no es necesariamente malo, porque lo mejor casi nunca es lo que cuesta más dinero. Ahí está por ejemplo, para demostrarlo, la iniciativa literaria y pedagógica a la que se ha sumado el Instituto Río Arba de Tauste, ‘Mi tiza por Cervantes’, que aspira a introducir, a través de internet, a niños y jóvenes en la obra del genial escritor. Los españoles, junto a los hispanoamericanos y a los amantes de la literatura de todo el mundo, no podemos dejar pasar la oportunidad de rendir al Príncipe de los Ingenios el homenaje que merece. Entre otras cosas, porque, como bien dicen los profesores del Río Arba, Cervantes nos habla de «lo que somos y de lo que queremos ser».
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